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Teclado, pluma, papel, jeringa: La vacunación también es un evento letrado
CLAUDIA PATRICIA VALDIVIA SANCHEZ
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Teclado, pluma, papel, jeringa: La vacunación también es un evento letrado

Judith Kalman

 

 

A principios de febrero, México anunció que pronto comenzaría a vacunar a todas las personas mayores de 60 años. Era algo que mi familia y yo habíamos esperado después de casi un año de #quedateencasa. Recibimos las noticias vía radio, TV y fuentes digitales. Una de las primeras instrucciones fue registrarse en la página vacunacion.cdmx.gob.mx/ para que posteriormente, un funcionario notificara el día, la hora y el lugar en que recibiríamos nuestras vacunas. Inmediatamente, una avalancha de personas mayores o de sus hijos intentó acceder al sitio web oficial. Allí se nos indicó que ingresáramos nuestro número de identificación de población conocido como Clave Única de Registro de Población (CURP).

 

Recientemente, mi esposo y yo obtuvimos nuestra primera dosis de la vacuna, y no pude evitar darme cuenta de la cantidad de actividades lectoescritoras que se realizaron a lo largo del proceso. Durante sus distintas etapas, a cada uno de los 650,000 adultos mayores que vivimos en la Ciudad de México se nos pidió que presentáramos documentos oficiales, completáramos formularios y proporcionáramos evidencia escrita de nuestra identidad, lugar de residencia y edad. Cada documento que mostramos implicó, en algún momento de nuestras vidas, otra serie de trámites para obtenerlo: leer instructivos, completar formularios y entregar más documentos. La culminación de cada trámite aportaba un nuevo documento para nuestros archivos personales. En una sociedad altamente alfabetizada como la nuestra, los documentos oficiales son nuestros pasaportes para participar en muchos aspectos de la vida pública, recibir beneficios y tener derecho a bienes sociales. Sin ellos somos invisibles y nuestros esfuerzos por ir a la escuela, obtener financiamiento, conseguir vivienda, votar y, en este caso, obtener una vacuna necesaria se ven obstaculizados (Trimbur 2020; Blommaert, 2008). 

 

 

Cuando se acercó la fecha para nuestra vacuna, nuevamente nos dirigieron a una página web para bajar la información precisa de nuestras citas. El uso de  un registro en línea facilita la difusión de información para unos, pero la dificulta para otros. No todos los adultos mayores pueden registrarse y dar seguimiento a sus citas en línea, y deben acudir a otro para pedir ayuda. Al abrir las citas, también se desplegó un mapa con la ubicación de nuestro centro de vacunación, elemento que ilustra los múltiples formatos y modos de representación utilizados para planificar y llevar a cabo esta campaña de salud pública. Sin duda, movilizar a todas las personas mayores que viven en la Ciudad de México no es poca cosa y asegurarse de que la operación se desarrolle sin tropiezos exige una organización y estrategias de comunicación impecables.  Pero también requiere un público lector atento, diversas formas de reiterar y replicar la información a través de los medios de comunicación así como la producción de mensajes micro-media dirigidos a audiencias locales y definidas a través de carteles, folletos, radio local, hashtags y apps de comunicación sincrónica (y asincrónica) en tiempo real (Spitulnik, 2002), Lo que estaba ausente en este segundo aviso era la lista de documentos necesarios para ingresar al centro de vacunación; sin embargo, esa información viajó rápidamente a través de las redes sociales, señal de cómo las tecnologías digitales permiten que la información fluya casi instantáneamente (Lankshear y Knobel, 2008). 

En nuestro caso, fuimos dirigidos a un Centro de Exposiciones local, una instalación administrada por la Universidad Nacional. Reunimos nuestros documentos: la identificación oficial, una copia impresa de la cita, una copia del registro, el CURP y el comprobante de domicilio. Cinco documentos para obtener nuestras vacunas, cada uno de los cuales nos conecta con instituciones, registros, empresas comerciales, barrios y nuestras historias de vida. En un mundo alfabetizado, la cuestión central no es cuántas personas leen y escriben sino cómo se lee y escribe. Una vez que la lengua escrita es parte del repertorio lingüístico de una comunidad, influye en las formas de comunicación y cambia las jerarquías sociales con respecto a quién puede leer y escribir y quién no, creando expectativas sociales para el uso de la lectura y la escritura (Blommaert, 2008). Quién y cuántas personas pueden leer y escribir ha variado a lo largo del tiempo, e históricamente el objetivo de la alfabetización universal es una idea relativamente reciente (Graff, 1987). La lectura y la escritura son prácticas complejas y, en lugar de pensar la lectura y la escritura, es más preciso pensar en las lecturas y  las escrituras.

Para entrar al Centro de Exposiciones, los monitores nos pidieron que mostráramos nuestras identificaciones y nos entregaron una tarjeta numerada que nos indicaba nuestro lugar en la fila. Mi número era el 4352. Luego nos organizaron en grupos de diez y esperamos nuestro turno para entrar al centro. La gente llevaba sus papeles en sobres, bolsas de plástico, carpetas y protectores de documentos. A lo largo del camino nuestros guías, identificados con camisetas verdes con los logotipos del gobierno de la Ciudad de México, se alinearon en la ruta y nos indicaron a dónde ir.

 

Cuando entramos, nos encontramos con un espacio enorme lleno de personas codificadas por sus uniformes militares, batas blancas, camisas verdes, chalecos beige. Todos llevaban gafetes de identificación con sus nombres, afiliaciones institucionales y cargos: más información de la que pudimos leer mientras nos apresurábamos a las mesas para ocupar nuestro lugar en la estación de entrega de documentación.

Nos llevaron a una zona de mesas largas, en las cuales estaban sentados los escribanos—empleados del gobierno de la ciudad con el encargo de escribir nuestros datos—y  nos sentaron frente a ellos. 

 

Cada uno tenía una pila de formularios para completar: la misma información se escribía en la mitad superior y se copiaba en la parte inferior. Las dos partes del formulario estaban divididas por una línea perforada, similar a los talonarios de cheques, creando una copia del documento y su información registrada en un contra recibo, una mitad para el usuario y la otra para el personal de salud pública (Kalman, 2001; Gitelman, 2014).

En este punto fue necesario mostrar nuestras credenciales de elector para que copiaran nuestros nombres, verificaran nuestra edad, registraran nuestra dirección y así asegurar que estábamos en el centro de vacunación correcto (Kalman, 2009). Ellos llenaron el formulario, y así fueron mediadores entre nosotros, los candidatos a vacunarse, y los responsables de la vacunación. Nos solicitaron nuestros datos y los apuntaron en el documento en los espacios  en blanco designados (Gitelman, 2014).  Todo se escribió a mano, utilizando tinta azul y letra de molde clara. No había computadoras ni pantallas, por lo que la información que habíamos registrado en febrero no estaba disponible ni desplegada. Estos escribanos (Kalman, 1999) venían de las diferentes alcaldías de la Ciudad de México, lo supe porque en el dorso de mi formulario la persona que me atendía escribió “Ixtapalapa” y le pregunté qué quería decir. 

Una vez llenado el formulario, nos enviaron a una zona de espera y luego nos acompañaron para ocupar nuestro lugar en la fila en una serie de sillas plegables. Mientras observaba el enorme salón donde todo esto ocurría, vi muchas personas uniformadas o vestidas en chalecos especiales o batas blancas, bolígrafos, papel, portapapeles, jeringas en sus paquetes, tablas de registro, hieleras por todas partes. Pensé que leer y escribir también implica el uso de artefactos materiales, desde algo para proteger documentos hasta dispositivos digitales portátiles. En esta situación, perder el bolígrafo o romper un formulario podría dificultar el proceso de registro de vacunación y requeriría volver a registrar la información a mano en lugar de simplemente reimprimirla (Barton y Hamilton, 2005). La participación de los actores, la materialidad de la lectura y la escritura y los procesos para producir e interpretar textos se entrelazan para conformar las prácticas de lectoescritoras.

 

Había varias estaciones donde las enfermeras llenaban jeringas (con números impresos en su costado para marcar la dosis exacta) y realizaban un seguimiento de los números de lote y los viales de la vacuna. Los organizadores también designaron áreas para aquellos adultos que necesitaban atención especial. Estas fueron señaladas por una persona con una bandera roja que decía Atención Prioritaria. Mientras esperábamos nuestro turno, un monitor se acercó a nosotros individualmente, y nuevamente revisó nuestros formularios para asegurarse de que estuvieran correctamente llenados y que la información en la parte superior coincidiera con la de la parte inferior.

 

                    

Como cada vial de la vacuna proporciona seis dosis, nos sentaron en grupos de seis para esperar nuestras inyecciones. El personal médico recogió nuestros formularios y una persona en la estación hizo anotaciones en la parte superior de cada uno. Supongo (pero no pude ver) que estaban registrando la información en la etiqueta del vial. Dos vacunadores se abrieron paso por la línea de tres sillas, para aplicar las vacunas. Cuando terminaron, nos mostraron los pequeños frascos y los números de lote y explicaron lo que decía la escritura en el vial. Se hizo especial hincapié en señalar el laboratorio y leer los números impresos, aunque no estábamos seguros de lo que significaba. Uno de los monitores devolvió la parte inferior del formulario y nos indicó que no lo perdiéramos, pues lo necesitaríamos para nuestra segunda dosis. También dijo que nos contactarían tan pronto como ésta fuera programada, lo cual podría demorar de 20 a 40 días.


    

Nos trasladaron a un espacio de observación y nos pidieron que permaneciéramos allí para asegurarnos de que nadie tuviera una reacción adversa a la vacuna. Después de unos 20 minutos, alguien del personal médico nos indicó que nos podíamos retirar. Cuando salimos por la puerta principal, los monitores revisaron nuestros formularios una última vez para asegurarse de que toda la información necesaria estuviera allí. Nos reiteraron que no perdiéramos este papel vital.

 

En todo el mundo, la gente acude en largas líneas para vacunarse. Pero también están buscando papeles en sus archivos, organizando documentos, llenando formularios, registrando información, haciendo un seguimiento de brazos, jeringas y frascos. Este esfuerzo masivo de vacunación ilustra cuán entrelazadas están nuestras actividades con la lengua escrita y cómo la lectura y la escritura son actividades socialmente situadas. Y aunque nos hemos acostumbrado a pensar en términos de la lectura y escritura como eventos individuales, aquí vemos que su organización es más bien colectiva y compartida.  Un dato inesperado que no se puede omitir es que no se utilizaron ni los teclados ni las pantallas, recordándonos el poder de la tinta y el papel. Las tecnologías de la escritura coexisten y las movilizamos según lo exigen nuestras prácticas y propósitos.

 

Bibliografía

Barton, D., & Hamilton, M. (2005). Literacy, reification and the dynamics of social interaction. Beyond communities of practice: Language, power and social context, 14-35.

Blommaert, J. (2008). Grassroots literacy: Writing, identity and voice in Central Africa. Routledge.

Gitelman, L. (2014). Paper knowledge: Toward a media history of documents. Duke University Press.

Graff, H. J. (1987). The labyrinths of literacy: Reflections on literacy past and present. Psychology Press.

Kalman, J. (1999). Escribir en la plaza. Fondo de Cultura Económica: México

Kalman, J. (2001). Everyday paperwork: Literacy practices in the daily life of unschooled and underschooled women in a semiurban community of Mexico City. Linguistics and Education, 12(4), 367-391.

Kalman, J. (2009) Literacy Partnerships: Access to Reading and Writing through Mediation en: Edited by Basu, Kaushik, Bryan, Maddox and Anna Robinson-Pant. “Interdisciplinary Approaches to Literacy and Development”. pp. 165-178

Lankshear, C., & Knobel, M. (Eds.). (2008). Digital literacies: Concepts, policies and practices (Vol. 30). Peter Lang.

Spitulnik, D. (2002). Alternative small media and communicative spaces. In G. Hydén, M. Leslie, &

F. F. Ogundimu (Eds.), Media and democracy in Africa (pp. 177-205). London: Routledge.

Street, B. V. (2014). Social literacies: Critical approaches to literacy in development, ethnography and education. Routledge.

Trimbur, John. (2020) Grassroots Literacy and the Written Record: A Textual History of Asbestos Activism in South Africa (Studies in Knowledge Production and Participation Book 2) . Channel View Publications. Kindle Edition. Location 851

 

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