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¿Y dónde están los nativos digitales? Algunas reflexiones sobre la asociación mecánica jóvenes-tecnologías digitales
Víctor Jesús Rendón Cazales
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¿Y dónde están los nativos digitales? Algunas reflexiones sobre la asociación mecánica jóvenes-tecnologías digitales

¿Y dónde están los nativos digitales? Algunas reflexiones sobre la asociación mecánica jóvenes-tecnologías digitales

Víctor Rendón*

En las últimas décadas se ha hablado mucho del papel que tienen los jóvenes en el uso de las “tecnologías de la información y comunicación (TIC)”. Estos dos aspectos se han relacionado entre sí casi de forma natural, con el supuesto de que los niños y jóvenes nacidos en el auge tecnológico son en sí mismos expertos en el uso de las tecnologías, o al menos están propensos a usarlas de forma fluida. De aquí que en la retórica de los medios masivos de comunicación, diseñadores de políticas públicas e incluso en algunos círculos académicos, se hable de la existencia de una llamada generación digital, nativos digitales, generación .Net, generación Google, Millenials, entre otros.

La idea de “nativos digitales” fue propuesta por Mark Prensky (2001) en su libro titulado “Digital Natives, Digital Immigrants”. En uno de los escritos de este autor, empieza atribuyendo el fracaso de la educación en Estados Unidos a la mayor de sus causas: “Nuestros estudiantes han cambiado radicalmente. Los estudiantes de hoy ya no son las personas a las que nuestro sistema educativo fue diseñado para enseñar” (Prensky, 2001:1). A partir de esto, el autor realiza afirmaciones sobre una generación que, según él, pasa su vida entera frente a una pantalla, inmersa en el uso de dispositivos tecnológicos, y concluye que los jóvenes piensan y procesan la información de forma diferente que sus predecesores: adultos, padres y abuelos. Este autor no sólo señaló la supuesta afinidad “natural” tecnológica por parte de los jóvenes, sino que también expresó la aparente carencia de alfabetización tecnológica por parte de los educadores a los cuales etiquetó como “inmigrantes digitales”: aquellas generaciones que no nacieron en estas condiciones y que participaron de un proceso de socialización diferente, teniendo que adaptarse a las nuevas condiciones del mundo (Cabra y Maricales, 2009).

De igual manera, discursos como éste hacen hincapié en que los jóvenes, en la medida en que hagan uso de estas tecnologías, serán la semilla de una transformación económica, social e individual y el motor principal del desarrollo de nuestro país. Por ello se ha encomendado a la escuela acercarlos a este tipo de tecnologías y así promover una serie de “habilidades digitales” con las cuales se aseguren su inserción en la denominada Sociedad de la Información y el Conocimiento.

No obstante, como lo sugiere la pregunta inicial de este texto ¿Y dónde están los nativos digitales?, si damos por hecho como se comenta en estos discursos, que desde el principio de este milenio hay una gran cantidad poblacional de jóvenes que han nacido en el “auge tecnológico”, ¿por qué no podernos apreciar el tipo de cambios prometidos que se asocian a los usos de las ´TIC? La idea de nativos digitales da por hecho que todos los jóvenes usan las tecnologías digitales de forma fluida y que sus experiencias con estas herramientas son de manera homogénea. Además, promueve la idea de la existencia de una brecha generacional en las habilidades de las personas jóvenes con respecto a las adultas sobre el uso de tecnologías, colocando en ventaja a las primeras respecto a las generaciones anteriores, lo cual deja a segundo término las diferencias socioeconómicas, geográficas y culturales.  Como lo mencionan Dusell y Quevedo (2010: 12):

“la noción de “nativos digitales” suele colocar en los jóvenes la iniciativa, el dinamismo y también la responsabilidad por las dinámicas que generan los nuevos medios, y suele exculpar y poner a un costado lo que pueden hacer los adultos para promover usos más ricos, más relevantes y más desafiantes de esas tecnologías”

Pero ¿por qué estas ideas se han aceptado de forma acrítica?, y ¿qué beneficio hay en homogeneizar las experiencias de vida de los jóvenes, las condiciones en que se desenvuelven e incluso, el tipo de tecnologías que usan? Seguramente habrán múltiples diferencias en la forma en que los jóvenes usan el teléfono celular en una región del centro de la ciudad de México a una de la periferia, o más allá, en regiones suburbanas o rurales.

Algunos autores (Cabra y Maricales, 2009; Selwyn, 2009; Bennett y Maton, 2010), relacionan el discurso de los nativos digitales con el fenómeno de “pánico moral”, el cual se asocia a una crisis imaginada o experimentada que “ocurre cuando una condición, grupo de personas o episodio surge para convertirse en una amenaza a los valores e intereses sociales. La crisis es presentada en una forma estereotipada por los medios de comunicación”  (Cohen 1972, citado en Siltaoja, 2013). El funcionamiento de este fenómeno radica en que dirige la atención a un tipo de crisis y a partir de esto legitimar cursos de acción en relación con las prácticas de negocios, cambios en las leyes o su aplicación, producción de subjetividades, entre otras cosas. El pánico moral ha sido un fenómeno recurrente en la escolarización desde el siglo XIX, con la masificación de la educación pública. Actualmente, con la incorporación de las nuevas tecnologías se pone el acento en que el cambio en la educación es necesario porque las instituciones tradicionales no logran satisfacer las necesidades de  los jóvenes que son usuarios sofisticados de las tecnologías digitales (Bennet y Maton,  2010).

Entre algunas de las consecuencias que este fenómeno social dispara se encuentran: el ocultar desigualdades y responsabilidades en la actuación de las instituciones, implementar políticas educativas centradas en los dispositivos tecnológicos, así como simplificar el papel los individuos como usuarios pasivos de estos recursos. De igual forma, este tipo de discurso responsabiliza a los jóvenes y a los maestros (“inmigrantes digitales”) del fracaso escolar. De esta forma se desvía el foco de atención hacia la dotación de dispositivos tecnológicos en sí mismos y se deja de lado la reflexión acerca del sentido de las prácticas escolares, las políticas educativas y culturales implementadas, además del tipo de relaciones que se promueven dentro de las aulas entre los profesores y los alumnos. Considero que el asunto no debe centrarse en si los jóvenes usan o no tecnologías digitales, sino cómo las usan y para qué. Retomando lo que señala Kalman en relación con la lengua escrita y dirigiéndolo al ámbito digital, hay una diferencia sustancial entre la disponibilidad de tecnologías digitales –la distribución y dotación de dispositivos digitales- y el acceso a prácticas digitales, lo cual implica una mayor complejidad de soporte social, dirigida a una distribución equitativa de prácticas digitales, no sólo para los jóvenes sino para todos aquellos que participan en actividades relacionadas con la cultura digital.

Coincido con Dusell, Kalman, Hernández, Knobel y otros investigadores sobre la idea de que las relaciones de los jóvenes con la tecnología no deben verse de forma simplista y que hay un riesgo teórico, metodológico y ético en tratar a las poblaciones de forma tan general y homogénea. Es necesario ir más allá de las dicotomías subyacentes en la noción de nativos digitales (jóvenes/adultos, nativos/inmigrantes, alfabetizados digitales/analfabetas digitales, etc.) y desarrollar un entendimiento complejo de las experiencias de los jóvenes y adultos con las tecnologías digitales. Me parece necesario enfatizar que a pesar de que las tecnologías digitales pueden estar articuladas en la vida cotidiana de algunos jóvenes, los usos y sus habilidades no son uniformes, no todos los jóvenes tienen las mismas condiciones económicas y culturales para acceder a ellas, y no las ocupan siempre las mismas tecnologías en sus múltiples actividades. Por el contrario, algunos estudios han revelado la diversidad de experiencias de los jóvenes con las tecnologías, en diversos espacios de participación (Bennett y Maton, 2010; Knobel, 2011; Weber y Dixon, 2010, López, 2014).

Es precisamente a través de la investigación de lo que los jóvenes realizan con las tecnologías lo que permitirá apreciar las cosas diferentes que logran, lo cual aportará conocimiento acerca de cómo las tecnologías se diseminan entre ellos, cómo las incorporan a sus actividades cotidianas y cómo configuran y reconfiguran diversas prácticas cotidianas y las vinculan con entornos digitales. Se necesita hacer un abordaje que considere a las tecnologías-en-uso, incorporadas en la experiencias cotidianas de los jóvenes en una variedad de formas y situaciones (Weber y Dixon, 2010).

 

Referencias bibliográficas

Bennett, S.  y Maton K.  (2010) Beyond the ‘digital natives’ debate: Towards a more nuanced understanding of students’ technology experiences, Journal of Computer Assisted Learning ,26, 321–331.

Cabra, F., y  Marciales, G. (2009) Nativos digitales: ¿Ocultamiento de factores generadores de fracaso escolar? Revista Iberoamericana de Educación, 50, 113–130.

Dussel, I., y Quevedo, L. A. (2010) Educación y nuevas tecnologías: los desafíos pedagógicos ante el mundo digital. Buenos Aires: Fundación Santillana.

Lankshear, C. y Knobel, M. (2011) New Literacies, 3a edic. New York: Mc Graw Hill

López, G. (2014) Prácticas de sociabilidad virtual entre jóvenes, Tesis doctoral: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social.

Prensky, M. (2001) Digital Natives Digital Immigrants, On the Horizon, 9 (5).

Selwyn, N. (2009) The digital native – myth and reality, Aslib Proceedings: New Information
Perspectives,
61 (4), 364-379.

Siltaoja, M (2013) Moral panic, moral regulation and essentialization of identities: Discursive struggle over unethical business practices in the Finnish national media, En Culture and Organization, 19(1), 62–84.

Weber, S. y Dixon, S. (2010) Perspectives on Young People and Technologies. Weber, S. y Dixon, S. (Eds.) Growing Up Online. Young People and Digital Technologies. New York: Palgrave MacMillan.

 

 * Víctor Rendón es estudiante de doctorado en el DIE-Cinvestav y es colaborador del LETS.

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